A propósito de los criterios recientemente publicados por parte de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, mucha ha sido la reflexión que personalmente hemos tenido en la última década respecto a lo que debiéramos entender y conocer como nuestro Derecho Humano a la Vivienda Digna.
Si bien existen normas y lineamientos que nos establecen límites y alcances a tal Derecho, es nuestra Constitución Federal la que en su artículo 4, párrafo séptimo expresamente prevé que: “Toda familia tiene derecho a disfrutar de vivienda digna y decorosa.”; de igual manera el citado artículo complementa que las leyes establecerán los instrumentos y apoyos a fin de alcanzar tales objetivos.
En un país tan complejo como México, donde los Derechos Sociales son tan ampliamente conocidos, pero poco garantizados y respetados por autoridades y particulares, la complejidad de garantizar el Derecho para que toda familia tenga derecho a disfrutar de una vivienda digna y decorosa, implica lo que tradicionalmente se ha considerado como un estándar mínimo de infraestructura básica que debe tener una vivienda adecuada, el cual en todo momento se desenvuelva dentro de un extremo respeto a las normas ambientales, pero además debe armonizarse con el acceso a ciertos servicios indispensables para la salud (hospitales); la seguridad (policía y bomberos); otros servicios sociales (escuelas, parques, zonas para deporte y esparcimiento); servicios de alumbrado público; agua potable, alcantarillado y saneamiento; recolección de basura y acceso adecuado al transporte público.
Bajo la óptica antes expuesta, habríamos de preguntarnos hasta dónde las autoridades a cualquier nivel han cumplido con la obligación de instrumentar legislación y reglamentos que permitan el debido acceso a una Vivienda Digna, hasta dónde las instituciones financieras y desarrolladores inmobiliarios son concientes en cuanto a sus obligaciones aquí referidas, como de igual manera habremos de confirmar si los institutos de vivienda estatales y federales cuentan con mecanismos o programas completos y suficientes al respecto.
La realidad y nuestra vida diaria dejan testimonio claro y evidente que la lucha y deseo con el que cualquier familia comienza, así como cualquier trabajadora o trabajador arrancan en el mundo laboral, es con el sueño y auténtica necesidad de comprar una casa, basta escuchar a cualquier migrante una vez que ha cruzado la frontera norte, cómo las primeras remesas que envía a sus familiares conllevan la generación de cierto ahorro para “hacerse de una casa”.
Podemos considerar que en esta asignatura, como país y sociedad, probablemente estemos reprobados, ya que la dignificación y respeto del hogar, comprende uno de los principales ejes para alcanzar el tan anhelado estado de bienestar.